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sábado, 10 de septiembre de 2011

El concepto de Mesopotamia

Si hubiera que elegir, dentro de la historia, un concepto muy muy popular, pero a su vez muy muy muy desconocido, babilonia sería la mejor candidata. Para el no iniciado, distinguir babilonia de sumeria o de mesopotamia es una quimera. Cuando hablamos de «los mesopotámicos», y también de «los babilonios», y de «los sumerios», o incluso de «los acadios», no sabemos muy bien cómo distinguir uno de otros. Y la diferencia es que, mientras la primera palabra «mesopotamia», hace referencia a una región geográfica, las tres restantes hacen referencia a distintas «civilizaciones» de esa misma región. Y entonces, ¿qué es Mesopotamia? Pues entenderemos mesopotamia como la región de la cuenca hidrográfica de los ríos Tigris y Éufrates. Conocer la naturaleza climática de Mesopotamia es muy importante si se quiere conocer la realidad ideológica y cultural de la región, motivo que da origen a esta descripción.

Expliquemos brevemente algunos conceptos sobre hidrología antes de entender bien esto último. Ya sabemos que un río nace en las montañas, pero un río también puede nacer a partir de aguas subterráneas que salen a la superficie. Lo importante es que, desde su nacimiento, y por influjo de la gravedad, el río va descendiendo en altitud por la superficie de la tierra hasta llegar a la altura 0, es decir, al mar, punto llamado desembocadura. Cuando un río, en vez de desembocar directamente al mar, desemboca en otro río, se le llama afluente (y por lo tanto no es un río).

En el caso de un río que nace gracias a aguas subterráneas, está claro quién es su donante de agua (las propias aguas subterráneas) pero, en el caso de ríos que nacen en una montaña, ¿quién le da agua? Pues efectivamente, las lluvias no, pues las lluvias solo alimentan ríos, nunca los forman. Es el hielo: la lluvia que caen en latitudes altas de las montañas, caen congeladas formando un casquete polar que se derrite progresivamente a lo largo del año. Es por ello que este tipo de ríos tienen su estiaje (su caudal mínimo, es decir, menor cantidad de agua) en invierno, y sus máximos caudales en verano (cuando se derrite el hielo en mayor proporción).

Mesopotamia
Tanto el río Tigris como el Eufrates son ríos de esta naturaleza. Veámos un gráfico:


De los dos ríos, el Éufrates es el de la izquierda, y el Tigris el de la derecha. Vemos como el nacimiento de ambos ríos sucede en los montes Tauro (al norte, en Turquía). Ambos ríos están alimentados por más afluentes que, a su vez, nacen también en los montes Tauro, y algunos afluentes del Tigris en los zagros (al este, pertenecientes a la actual Irán). Todos estos afluentes siguen una historia similar: nacen en casquetes polares y se llenan de agua por la fundición de estos.

En el movimiento de las aguas de ríos y sus afluentes, se va produciendo una erosión conjunta que provoca una depresión en el terreno. Esta depresión conjunta es la que recibe el nombre de cuenca hidrográfica, o sencillamente cuenca. Véamos como ejemplo las cuencas hidrográficas de España, cada una dominada por cada uno de los «grandes ríos».


Si nos fijamos, en los bordes de cada cuenca hidrográfica, podemos observar en el gráfico un color marroncito que indica una mayor altitud, en contraste con la depresión provocada por los ríos y afluentes que caracterizan a cada cuenca. Mesopotamia es, sin más, la cuenca hidrográfica conjunta de los ríos Tigris y Éufrates que conlleva un espacio más amplio que, simplemente, «la Tierra entre ríos», como originalmente era llamado por los griegos (de hecho, es ésta la etimología de la palabra). A esta cuenca se le denomina cuenca de Shatt-el-Arab, que también es el nombre que recibe el último tramo de ambos ríos, justo después de su unión cerca de la desembocadura (obsérvese en el mapa).

La naturaleza de la cuenca
Los caudales de estos afluentes incrementan el caudal de los ríos principales, estando sus máximos en verano como ya hemos mencionado. A su vez, las propias lluvias incrementan los caudales, una vez más, tanto de los afluentes como de los ríos principales, dándoles aprovisionamiento de caudal también en invierno. De esta forma, hay un aprovisionamiento de agua perenne, aunque no tan constante, puesto que durante el año el caudal varía considerablemente. Además, los régimens de lluvia y temperatura tampoco son constantes de año en año. Dado esta acumulación de fuentes de agua (hielo, lluvia, y afluentes) un pequeño incremento en las lluvias puede provocar un gran incremento del caudal de los grandes ríos, con los peligros que ocasiona las consecuentes inundaciones. A su vez, un descenso en las lluvias provocaría un gran descenso del caudal de los ríos, con los problemas de supervivencia que la falta de agua puede ocasionar si la población es especialmente grande. Como detalle adicional, las inundaciones del Tigris son más frecuentes y fuertes que del Éufrates, y por ello el número de asentamientos en el primer río es menor.

Pero la naturaleza y complejidad de esta cuenca geográfica no acaba aquí. Como hemos visto, la cuenca se sitúa bajo los montes Tauro y dejando a su derecha a los montes Zagros. Pero a su izquierda hay otro grupo montañoso, como también vemos en la imágen, correspondientes en realidad a varias cadenas montañosas: Amanus, Alauitas, el Líbano y el Anti-líbano. Todo forma un arco montañoso que aisla a Mesopotamia del clima continental o al clima mediterráneo. Además, estas cadenas montañosas reducen la cantidad de lluvias de Mesopotamia por todos los frentes. Cuando un conjunto de nubes se desplaza, al encontrarse con montañas, las nubes ascienden en altura (debido a que no pueden atravesar la montaña) enfriándose y cambiando de altitud con rapidez, lo que provoca la condensación del vapor de agua generando lluvia. Cuando las nubes llegan a la cuenca, ya han descargado gran cantidad de su contenido.

Por otro lado, por su ubicación geográfica (se sitúa entre los trópicos) el clima de Mesopotamia es desértico, al igual que le pasa al Sáhara, al desierto de Arabia o al desierto de Siria (puede verse en la imágen). Al norte del Sáhara y al sur de Europa el clima no es desértico gracias al mar mediterráneo, pero como acabamos de describir, el clima mediterráneo no llega a afectar a Mesopotamia por culpa de las cadenas montañosas occidentales, como acabamos de describir.

Podemos imaginar, con tal escaso régimen de lluvias y tendencia a la aridez, cuál es la importancia de ambos ríos para la habitabilidad de la región. De hecho, mientras que la sedentarización y luego la agricultura nacen en las inmediaciones de las cadenas montañosas libaneses e israelies sobre el 9.500 a.C (y poco más tarde en los montes Tauro), el neolítico no llega a Mesopotamia hasta el 6.000 a.C, que terminaría por imponerse gracias a la especial fertilidad de ambos ríos. Es la naturaleza climática de esta cuenca hidrográfica la que caracterizará a Mesopotamia tanto en lo que respecta a su religión, sus constumbres y la identidad cultural de la población de la región hasta su caida bajo dominio persa a mitad del siglo VI a.C.

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viernes, 26 de agosto de 2011

Las glaciaciones a través del oxígeno (1/2)

A los interesados en prehistoria, que todos ya sabemos se protagoniza fundamentalmente en el pleistoceno, también ha de interesarles comprender bien todo lo relacionado con las glaciaciones, su impacto biológico y el rol del hombre en ese escenario, pues es el clima lo que cambia la ecología, dirige la evolución de las especies y provoca sus cambios culturales. Entender la prehistoria es saber contextualizarla bien con sus glaciaciones. Este hilo (de dos post) intentará ayudar a desmembrar un poco más la maraña conceptual que lo rodea —lo del oxígeno lo enteréis en la segunda entrega.

Cuando se habla de evolución humana, hay varios aspectos claves fundamentales para organizar el conocimiento de la prehistoria. Por un lado, hace falta conocer bien los «estadios evolutivos», grosso modo, de nuestra evolución biológica y también cultural. Puede divirse ésta en cuatro épocas, partiendo de una población de una especie ancestra tanto de los chimpancés como de nosotros:
  • Desde que dicha población original se diversificó (una se dirige a chimpancé y otra a nosotros), hace unos 6 millones de años, hasta hace unos 4.5 millones de años. Corresponde a las especies llamadas pre-australopitecinas (orrorin/ardipithecus).
  • Época de los australopitecinos. Desde los 4 a los 2.5 millones de años.
  • Comienzo de la época de los géneros homo/paranthropus. En ésta época comienza la industria lítica y la dispersión por África y Europa. Desde hace 2.5 millones de años a 200.000.
  • Homo sapiens. Desde hace unos 200.000 años. Conflicto sapiens/neanderthalensis en Europa. Poblamiento de ámerica.
  • Comienzo del holoceno y neolítico, hace unos 12.000 años. Aparición del sedentarismo y finalmente la civilización. Continúa hasta hoy.
Los dos primeros estadios coindicen aproximadamente con el plioceno (5.3-2.5 millones de años). Se caracteriza por tener un clima más frío que el anterior (mioceno), similar al actual. Los dos siguientes estadios están caracterizados por el pleistoceno, que es un gran periodo glaciar (con periodos intermedios cálidos llamados interglaciares). El último estadio se corresponde con el Holoceno, más cálido y estable que el pleistoceno, estabilidad climática que propició la aparición del sedentarismo continuado y el desarrollo de la civilización.

Es en el pleistoceno donde centraremos este hilo, y en concreto, como sabemos lo que sabemos acerca de las glaciaciones, y cuántas hay, además de saber cómo se nombran. En un futuro artículo —ya veré si pongo nombre a una serie—, veremos detalladamente como estos cambios climáticos pudieron afectar a la evolución biológica y cultural del hombre.

Bloques erráticos

Nos situamos a finales del siglo XVIII y principios del XIX. La visión de la evolución del hombre era bastante sencilla. Dios creó la Tierra hace unos 6.000 años. Hace unos 3.000 hubo un diluvio universal. Durante ese intervalo, hubo varios episodios catastróficos, donde todas las especies eran aniquiladas y la geología de la Tierra se modificaba brúscamente. Así se explicaban, por un lado, los distintos sistemas montañosos y las grandes variaciones de la geología del planeta. A su vez, explicaba por qué en los estratos geológicos había distintas faunas. Antes del diluvio, después de un último episodio catastrófico, el hombre creo al hombre junto a una nueva fauna. Después del diluvio, Dios creó la fauna actual. Los nuevos pobladores supervivientes del diluvio habían olvidado el uso del hierro, y así se explicaba el por qué se habían encontrado herramientas de piedra (las llamadas ceraunias).

Un elemento clave en la aparición del concepto de las glaciaciones viene de unos bloques de pierda, llamados erráticos, porque la composición y los materiales que formaban a dichos bloques enormes de piedra no coincidían con la geología del medio donde se habían encontrado. Se suponían que eran bloques traidos de otros lugares por las aguas del último diluvio.

Pero junto a otros muchos detalles, relacionados con diversos fenómenos observados en los alpes y otros conjuntos montañosos con glaciares, se empezó a defender el origen de dichos bloques erráticos como traídos por grandes masas de hielo, en épocas de la tierra más frías que la actual, donde dichos glaciares eran más extensos. Louis Agassiz fue el científico más importante en la expansión de esta idea. Continuando dichos estudios llegó a saberse que la expansión del hielo fue tal, que los distintos glaciares de los distintos conjuntos montañosos del norte de Europa y América estaban unidos entre sí, dejando a las latitudes altas del planeta totalmente congeladas.

Capas de hielo

Del mismo modo que en un acantilado o una montaña pueden observarse capas geológicas, llamadas estratos, en los glaciares también se acumulan distintas capas de hielo, con distintas propiedades que pueden estudiarse independientemente. Así, analizando esas capas pueden diferenciarse épocas con mayor acumulación de hielo, y épocas con menor acumulación, diferenciando distintas épocas más frías, correspondientes a glaciares, y épocas más cálidas, no glaciares, llamadas interglaciares. Hoy sabemos, aunque con mayor incertidumbre a medida que nos alejamos en el tiempo, cuáles han sido los distintos ciclos glaciares que ha protagonizado la tierra desde que comenzó su vida hace unos 4.700 millones de años hasta hoy. Nosotros nos vamos a centrar en las glaciaciones del pleistoceno.

Normalmente, hacer este tipo de estudios en capas glaciares requiere elegir un lugar donde excavar y analizar las distintas capas que vayan apareciendo. Así, para cada época o etapa del ciclo habrá un lugar más adecuada que otro para realizar su estudio, y de esta forma las distintas glaciaciones que conocemos reciben los nombres de los lugares donde han sido estudiados.

Por ejemplo, en centroeuropa tenemos la glaciación Würm (la última del pleistoceno) que corresponde al nombre de un pequeño río que pertenece a la cuenca Alpina. La misma glaciación es llamada Vistula en el norte de europa, y es, a su vez, el río más importante de Polonia. En norteamérica, es llamado Wisconsin, por el estado americano. Existen unos 10 nombres distintos para la misma glaciación según distintos lugares alrededor del globo, y evidentemente, ese «fenómeno global» de glaciación tiene diversas particularidades y cronologías locales, más o menos correspondidas entre sí.
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