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martes, 10 de agosto de 2010

La navaja de Ockham

El renacimiento fue una época de resurrección cultural respecto a la barbarie medieval que lo precedía. Lástima que los propios renacentistas se sintieran tan orgullosos de su propio éxito y revitalización, que ignoraron y fomentaron el olvido de la producción científica del medievo, tanto que la llamada "Revolución del siglo XII" no fue conocida y ampliamente estudiada hasta comienzos del siglo XX. La imágen de retroceso científico y cultural que se ofrece hoy a los niños en el colegio, es producto y a su vez herencia del egocentrismo de los renacentistas.

La revolución del siglo XII es el preludio del renacimiento, desgraciadamente interrumpido por la llegada de la peste negra, único suceso histórico de relieve que separó ambas revoluciones. Tanto la nueva filosofía de la ciencia como los éxitos astronómicos que estarían por llegar, sobre todo de manos de Galileo, forjó sus inicios en las mentes de los pensadores del siglo XII.

Guillermo de Ockham fue uno de esos eruditos y pensadores fruto de dicho primer resurgir cultural. Tanto que da nombre a un concepto de plena actualidad en el contexto científico del siglo XXI, es decir, 9 siglos después.

Este concepto, la llamada Navaja de Ockham, también llamado principio de parsimonia, tiene un enunciado bastante simple: antes dos explicaciones para un mismo fenómeno, elige el más simple.

Por ejemplo, intentemos explicar el motivo de la diversidad biología, es decir, el motivo de por qué existen tantas especies, y de por qué cada una es como es. Tenemos dos motivos:
  1. Existe un proceso de herencia con modificación, gracias a un producto químico llamado ADN, organizado en cromosomas que contienen ciertas secuencias que forjan las características de los individuos. Gracias a esa herencia con modificación (mutaciones y recombinación) se crean nuevas secuencias que forjarán características nuevas, y que cambian su porcentaje de ocurrencias gracias a la selección natural, el flujo genético y la deriva genética. Las características que no fomenten el éxito reproductivo, que dependerán de las condiciones ambientales (o incluso sociales), irán desapareciendo de la población, y las distintas especies son productos de una evolución determinada por unas condiciones ambientales únicas.
  2. Dios creó a todas las criaturas.
¿Qué proposición es más sencilla? Pues no, no es la segunda, y no precisamente porque me dé a mí la gana ignorar el principio de la navaja de Ockham, ni desmentirla para defender una postura atea o mecaniscista, sino porque la navaja de Ockham tiene unas implicaciones más profundas que lo que, a priori, podría indica su propio enunciado.

Imagina que preferimos elegir el segundo enunciado, y descartar complemente al primero. Hasta que no sepamos que ese segundo enunciado es mentira, o es contradictorio, o sencillamente no funciona, no podemos eliminarlo para empezar a probar con otra alternativa, de nuevo, las más simple de las que se propongan.

Ahora, ¿de qué forma efectúamos o diseñamos un experimento para saber si el segundo enunciado es verdad o mentira?, ¿cómo podemos ponerlo a prueba?, dicho de otra forma, ¿quién nos ofrece garantías de que, empezando por el segundo enunciado, no nos quedemos atrapado en el abismo de la impotencia intelectiva?. La respuesta a la primera pregunta es sencilla: de ninguna. Para la segunda también: es imposible. Y para la tercera: nadie.

Y es aquí donde hay que aclarar las diferencias: el segundo enunciado es más sencillo porque su explicación se defiende con pocos conceptos, mientras que el primero es más sencillo porque la explicación tiene conceptos más sencillos de defender. Es decir, la segunda proposición hace uso de un concepto que tiene muchas más implicaciones a tratar, como la existencia de Dios. También, como consecuencia principal, y de vital importancia para la ciencia, es que el primero es "metodológicamente" más sencillo, que a su vez permite que la ciencia sea más dinámica y más flexible.

Intentar poner en tela de juicio hipótesis más sencillas permite descartarlas con más facilidad si ofrece resultados poco satisfactorios, y a su vez otorga mayor seguridad cuando ves que algo tan sencillo no ha podido ser desmentido. Esto último es una fuerte muestra de la garantía de su éxito. Aunque eso no significa que la respuesta más simple (en el sentido que acabamos de esbozar), sea la correcta, pero sí que es el mejor punto de partida que podemos tener.

Y es ésta la verdadera esencia del significado y la importancia de sus consecuencias de la navaja de Ockham, y el motivo por el que tal concepto añejo se hace necesaria y de plena actualidad.

De hecho, el argumento de la navaja de Ockham tiene como consecuencia que si un concepto no recae dentro del mundo de la experimentación, ni siquiera se considere un argumento científico, y por ello la presencia de Dios en la ciencia debería estar totalmente prohibida (un argumento es científico cuando es falsable, es decir, que puede ser sujeto de pruebas, aunque para esto también existen distintas opiniones). Esta restricción, posiblemente dogmática, entre otras cosas evita que la ciencia no pueda provocar su propio ocaso.

PD: Quizás a los estudiantes de estadística, este concepto les ayude a entender el sentido de la hipótesis nula en el contexto del contraste de hipótesis.

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